La
economía española sufrió un elevado crecimiento desde finales de los 90 hasta 2007.
Se crearon millones de trabajos de una forma acelerada, lo que conllevo la
mejor de las consecuencias, que el nivel de vida de la clase trabajadora
española aumentara considerablemente. Debido a esto, y sin ser del todo cierto
muchas de estas personas de la clase trabajadora pasaron a ser denominada desde
los estudios políticos y sociológicos como clase media. ¿Era esta definición algo
inocua y simple? Rotundamente se puede decir NO.
Tal
y como afirma Vicenc Navarro en su blog en el artículo publicado el 7 de agosto
de 2014 y que lleva por título El mito de las clases medias: “Lo que estamos viendo hoy, resultado del
enorme dominio de las derechas europeas en la vida política de Europa, es la
americanización de la cultura política europea, con la utilización de la
narrativa estadounidense en el discurso político europeo. Y uno de los claros
ejemplos es precisamente la desaparición del discurso de clase, incluyendo la
sustitución del término clase trabajadora por el término clases medias”. Dicha
definición ha calado tan hondo, que hasta los partidos políticos de izquierda tradicionalmente
defensores de la clase obrera y trabajadora decidieron en los años de
prosperidad económica que había que borrar el término clase trabajadora de sus
programas, discursos y proclamas considerándolo anticuado y trasnochado por proceder
de la dialéctica marxista tradicional.
Tal
circunstancia antes mencionada tuvo y ha tenido efectos tanto en la sociedad
como en los Partidos Socialistas tradicionalmente defensores de la clase
trabajadora:
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En cuanto a la sociedad, los ciudadanos de la clase trabajadora, dejaron de estar unidos por un nexo, el de clase,
lo cual hizo que perdieran toda su unión y fuerza a la hora de reclamaciones
sociales y políticas que les son comunes.
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En
cuanto a los Partidos políticos de
izquierdas tradicionalmente defensoras de la clase trabajadora, los efectos
no fueron tan inmediatos, pero conforme han avanzado los años han sido
devastadores. Al erigirse en un principio como los nuevos defensores de las
clases medias, en los años del “boom económico”, fueron capaces de capitalizar además
de su tradicional electorado, votos de procedentes de ciudadanos que se veían
encuadrados dentro del estrato conocido como clase media. El problema para dichas
organizaciones políticas comenzó a raíz de la devastadora crisis económica.
Debido a los niveles masivos de paro, a la drástica pérdida de ingresos en las
familias, el espejismo de las clase media desapareció, con lo cual una parte importante
de la ciudadanía englobada dentro de la clase media se ha proletarizado, es
decir ha vuelto a ser clase trabajadora. ¿El problema para dichos, partidos
políticos? Que toda esa ciudadanía que ahora sigue englobada dentro de la clase
trabajadora mira con desconfianza y con recelo a los tradicionales partidos de
la izquierda defensores de la clase trabajadora que habían mutado a defensores
de las clases medias.
¿Cuál
es el resultado de la ecuación antes expuesta? Que los partidos de izquierdas tradicionalmente
defensoras de las proclamas de la clase trabajadora se encuentran en una
importante encrucijada: o recuperan las proclamas de su tradicional electorado
o corren el peligro de perder su sentido. Es decir, temas como a lucha contra
la precarización del mercado laboral, el adelanto de la edad de jubilación, la
mejora y universalización de la Sanidad, la Educación y los Servicios Sociales
deben volver a ocupar un puesto primordial en su agenda. Y por mucho que digan
los expertos políticos y económicos, casi siempre cercanos al capital, ni es
populismo ni es utopía, simplemente es justicia.
Los
jóvenes socialista tenemos mucho que decir en esta “vuelta al punto 0”. Si nos conformamos con las opiniones dadas por
compañeros de militancia, si decimos “no se puede, es insostenible”, mal favor
haremos al Partido Socialista Obrero Español.